La eternidad

La eternidad no se alarga hacia el futuro ni tiene pasado, éstos dos últimos pertenecen a la dimensión temporal en la que falsamente aprisionamos el mundo para poder entenderlo. La eternidad es una forma de vivir el presente. El presente es eterno. Y eso es mucho más real que el tiempo. Pero la eternidad da miedo. Por eso en vez de vivir nuestra libertad, hacemos de cada decisión la esclava de una o más justificaciones, no tenemos el valor de vivir atemporalmente. Ponemos peros. Encorsetamos todo en razones sin admitir que la razón es sólo una parte de lo que pretendemos reducir a explicaciones. Por atractiva que parezca, se hace difícil seguir la consigna sé feliz, sé amante, sé eterno. El miedo confabulado con la razón interponen mil pretextos de mucho peso, afianzados en el pasado, y orientados hacia el futuro. Quizás no es sensato no asentarse en un pasado o no dirigirse hacia un futuro, pero lo es aún menos lo contrario.

Así que exalto disfrutar consecuentemente el otro imposible, el de vivir el presente en su eternidad, sin el envilecimiento de un antes y sus causas, ni de sus consecuencias y el después, liberarse de adulterantes como la racionalidad y la temporalidad, que nos enjaulan en un pasado inamovible y un futuro inevitable. Y así evitar que un mero análisis nos vuelva el sucedáneo perverso de nuestra auténtica capacidad.