¡Mírame, tesoro!

La mirada puede ser larga, pero no infinita como la caricia, sólo la caricia produce esa sensación sedante de reconciliación con la existencia, ese menosprecio del tiempo. La mirada no se tolera si no comunica, puede decir cosas banales o revelar lo inexplicable, pero se expresa eficazmente, si no transmite nada o casi, queriéndolo o no, el cruce de miradas se rompe. A mi olfato le habla tu olor, pero no tu nariz, a mi oído tu voz y tus gemidos, pero no tu oreja, a mi gusto tu sabor, y mira la reciprocidad dónde me lleva cuando te como la boca, a mi tacto tu piel, gran turbación, a mi mirada tu mirada, el mayor vértigo, ¿dónde empiezas y acabas tú y dónde mi reflejo? no te puedo conocer más que cuando me tienes presente, ¿eres otre sin mi?